El amor mueve montañas, el odio también.
El amor mueve montañas, eso dicen y creo que es cierto
aunque no sé si es mi caso. En mi caso creo que ha sido más el odio el que me
ha ayudado a moverme, esto no quiere decir que haya sido para actuar de forma
negativa, sino al contrario, bien encauzado ha sido un catalizador eficaz para
actuar de la forma que el amor no alcanzaría a motivar.
Cuando vemos actos bellos, formas ejemplares de actuar,
manifestaciones que bien podríamos decir que son puras expresiones de amor no
sé a vosotr@s pero a mí no me llegan de tal manera que se conviertan de forma
inmediata en modelo a imitar. Supongo que puede ser porque agrada al corazón
pero éste no recibe el aliciente necesario para funcionar de una determinada
manera y será simplemente porque las razones personales son eso, personales, y
no se transmiten, se pueden compartir pero el compartirlas en un plano
intelectual no conlleva que se compartan en el plano experiencial y creo que es
éste el que tiene la fuerza de irrumpir en nuestra vida llegando a producir
cambios en nuestra forma de pensar, relacionarnos y actuar.
Si en ciertas ocasiones puedo actuar con arrojo y valentía,
en mi caso (ya me diréis si os pasa lo mismo), no creo que sea por rememorar en
mi mente ejemplos de vidas o personas que hayan elegido esa vía, tampoco en pro
de una evolución humana deseada, ni gracias a lo que el valor en sí me inspira.
No. Bien es cierto que esos valores en cierta medida sí están presentes y que
esos ejemplos, recuerdos o sentimientos juegan un papel importante y quizás
imprescindible pero ese papel no es otro que el de servir de contraste con el
asco y odio que los resultados de no tomar esa vía me producen.
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